No necesito hacer ya ningún gesto.
Los aspavientos sobran.
Ni miedo ,ni sorpresa,
ni un temblor que sugiera que te pido una pizca
de conmiseración
Nos entendemos bien los que venimos
de vuelta .
Yo, en la altiva
tozudez de la frente ,que desdicen
los pasos vacilantes,
traigo escrito el anal de los asaltos
en que he quedado en tablas,
punto arriba , desgarradura abajo,
- revolcones por medio-
con la existencia indócil.
Tú,
que me vas siguiendo
desde que tengo sombra,
ya caminas copiando mi cadencia
cansada,
ya te inclinas
buscando en la quietud con que supura
eternidad el barro
tu justificación.
No te hace falta
Entre nosotras dos no caben los reproches,
sabemos
que cada cual se debe a las rutinas
inmutables que forman su adeene.
Una, a ser esa mano
ejecutora y frígida que cumple la sentencia
que sin piedad dictó desde el principio
la vida contra todo lo que vive.
Otra ,a ser esa triste y dolorida
imagen del absurdo,
La criatura frágil,
que presume de cínica y de lúcida
y que aun así mantiene la esperanza
de respirar el aire un día más.
Aunque sea este helado
aliento de un invierno sin señales
de estelas de ciguëñas en el cielo...
Solo pido
que me dejes llegar hasta a aquel claro
en que el camino ya no es cuesta arriba,
donde se atisba a veces
algún rayo de Sol.
Tumbarme en el mullido
tapiz en que los tréboles invitan a soñar
con que la suerte es caprichosa y glauca
y ha de andar por ahí,
sutil ninfa escondida,
a punto de asaltarnos .
Mirar cómo florecen las caléndulas
mientras van regresando en bandadas
-permíteme este último capricho
del tópico gastado-
las oscuras,
alegres, bulliciosas
y muy desorientadas golondrinas.
Déjame allí, absorta en los rumores
de la serenidad
mientras la brisa dice a las alondras
" Callad..., está dormida..."
Sigue tú por la senda que lleva hasta el lindero
en que espera, magnánimo , el olvido.
El mío llegará
como lluvia en Abril,
que se apresta ser pasto del hambre
insaciable y perenne de la tierra ,
puntual y dócilmente.
Silencioso y envuelto en un perfume
embriagador de lilas.