viernes, 14 de octubre de 2016

La parada de los monstruos


Desnudarse las carnes , más allá de lo incómodo
que resulta dejar
que aquello que nos cuelga a su aire gravite
no ofrece más peligro que algún buen constipado.

Es mucho más gravoso desvestir los adentros
a costa del pudor
y acceder a que sirva su striptease sin música
de carnaza que aplaque el hambre en las miradas.

Por eso me dedico
a inventarme cualquier identidad pueril
que enmascare los signos de su decrepitud.

!Pasen, señores ,vean …!
Gocen el espectáculo!A ver quién adivina
detrás de qué esperpento se esconde la mujer.



Lo imprudente


Qué buena consejera es la prudencia.
Y cómo se apresura a cortar manos,
no sea que nos creen dependencia
si les da por jugar juegos villanos

Lo que nunca nos cuenta es la frecuencia
con que sus procederes cirujanos
vuelven nuestro vivir inapetencia.
O el que luego nos sobran los pianos.

Porque el que no se arriesga jamás sabe
lo que pesa un revés, ni la alegría
con que responde el cielo si lo prendes

Que si soy o no soy ... Ni yo la clave
siquiera sé de mí y no podría
certificarme tal como pretendes.

Entrégate al azar de mi anarquía.

Y apuesta porque siempre te sorprendes

miércoles, 12 de octubre de 2016

Paisajes familiares


En esa hora amable
en la que el Sol declina
y los pájaros vuelven a su nido,
paseo por las calles,
inexorablemente ensimismada
en buscar en las líneas que ha ido dibujando
el tiempo en el jalbegue
el mapa cabalístico que sepa conducirme
por senderos de olvido
hacia ninguna parte.

Son las calles de siempre,
esas que ya distinguen
el eco mis pasos
y saben por el modo de arrastrarse
qué rincones del alma
me duelen,
qué engranajes
del corazón están desajustados ,
igual que yo domino
el código que opera en cada esquina,
los olores que exhalan sus pasajes más sórdidos,
el color del plumaje
de todas las palomas que extienden su zureo
sobre los bulevares.

En mi deambular
me cruzo habitualmente  con otros paseantes
que también van buscando
poner tierra por medio con sus cavilaciones
o meditar a solas.

Muchos me reconocen,
lo mismo que yo a ellos,
y nos intercambiamos, entre gestos cordiales,
los saludos corteses
de rigor,
las preguntas
sobre temas triviales...
Después cada mochuelo regresa hacia su olivo
con su secreto a cuestas
y algo que podría decirse una sonrisa
dibujado en los labios.

No seré quien lo niegue,
es tan reconfortante transitar
espacios conocidos
rodeado de rostros familiares... 

A pesar de que tengo la certeza
que nadie me conoce.

Y que tampoco yo conozco a nadie

lunes, 10 de octubre de 2016

Los lisiados



Siempre pensé que no podía huir.

Que una telaraña imperceptible
-ya sabéis, eres tú y tus circunstancias-
me atrapaba aquí abajo
aunque el aire pidiese
a gritos que volase

Luego llegó la etapa del cinismo,
del ! Total para qué????

Si el cielo no existía,
o no era tan azul,
o dónde iba sin alas...
o era un lunes sin sol.

Hoy ya no tengo edad
de andarme por las ramas mareando perdices.

Hoy sé
que la verdad es siempre muy jodida.

Que inmenso e inquietante,
mordaz con el que pierde el equilibrio,
cruel con el que cae y sin clemencia
con lo que huele a sangre derramada
y a debilidad,
pero espléndido al tiempo en posibilidades
con quien apuesta fuerte
el mundo está ahí.

Y yo aquí dentro...,
ajena
enmarasmada
en mi propia quietud
y convencida
de que, de haber montaña, ha de llegarse
hasta este lugar .

Donde la calma es
el mandamiento décimo primero.

Donde nada te escinde,
donde nada te abrasa ni te hiela ,
Donde nada es tormento ni prodigio,
donde nada te turba,
donde nada te inquieta porque no existe nada
que perder ni ganar.

Donde solo se mueven a gusto los lisiados.

Y - ¿ por qué no decirlo?-
los cobardes.

Pronombres



Yo
y mi ombligo ridículo
en la cima de un mundo creado a mi medida
que sabe de miserias.

Tú, lo que siento cierto
y más imprescindible
porque tiene en los labios la clave necesaria
para saber con qué desprecio hirsuto
o con cuánto dulzor inesperado
puede sonar mi nombre.

Él y ella,
los otros,
los que viven ajenos en sus ínsulas
que acrecientan durmiendo en sus laureles.

Nosotros,
lo imposible.

Vosotros, la comparsa inexcusable
para que no decaiga el espectáculo.

Ellos, los que presiento
calor al otro lado de un abismo
en constante expansión
que nunca mis palabras han logrado salvar.

Tantos pronombres,
tantos...

Y todos pertrechados con su bala.


Y siempre en su diana, inerme, el corazón

Rituales



Ha llegado la hora nuevamente
de enfrentarse a la sórdina rutina
que acompaña a la noche.


Dedicarse,
a falta de un tic tac que marque el ritmo
del lento desfilar de los minutos,
a escuchar el sonido tempestuoso
del propio corazón .


Ese nidal vacío
poblado de carencias,
que se exprime
su último aleteo,
un estertor exangüe, que derrama
sobre el sosiego , quebrando su tersura
con su runrún quejoso.


Hoy siente que no tiene
razón para latir si no escucharse
a sí mismo
y obviar
los rumores que pueblan la penumbra
con las voces de ayer y nos erizan
de recuerdos cortantes la dermis del silencio.


Solo queda esperar
que al Sol no se le olvide salir por el Oriente.


Aun conociendo qué acerado y áspero
suele ser su fulgor para los ojos
resecos de llorar.


Aunque alcance a afligirnos con su revelación
sobre nuestra miseria irremediable,
la luz es siempre luz.


Y verla un día más es lo que importa.











domingo, 9 de octubre de 2016

Miradas



Ya no puedo mirar,
sobre los ojos
deflagran las imágenes
y se clavan urentes, como astillas
cargadas de crudeza
e inhumanidad.

Será porque los años me han ido ablandando,
será porque la estampa
a base de insistir y repetirse
ya ha colmado
mi pozo confortable de apatía,
pero es que ya no puedo
mirar sin que a mis párpados se asome
a chorros la tristeza.

Y no es por ese niño
que me mira a través de sus pupilas nítidas
repletas de inocencia inconsolable
y de estupefacción,
ni es por eso anciano que comprende
y maldice en silencio
y acepta y me mira
al tiempo que dispara su denuncia
desde la hondura de su desvalimiento.

No es  solo por ellos,
por todos esos hombres que padecen
porque otros lo mandan ,
ni es por esas madres
que cuidan sus retoños con amor
a sabiendas que no tienen futuro
por lo que hoy derramo mis lágrimas a mares.

Es por todos nosotros,
que no somos capaces de hacer de nuestros brazos
el puerto más seguro,
de lograr que germinen
semillas de justicia
sobre el solado pétreo de nuestros corazones
por conseguir que algún día florezca
radiante la esperanza.

De mirar de una forma compasiva
o, en su defecto,
de arrancarnos los ojos.

Si los dioses se abstienen, por distantes,
que los cuervos decidan qué ha de hacerse
con el hiriente escándalo de que los hombres sean
los lobos más rapaces de los hombres.

Es por eso hoy mi llanto,
aunque sepa de sobra
que de bien poco sirve.

Ni siquiera es consuelo, por el río
del apresuramiento de la vida
se aboca prontamente en ese colosal
océano de olvido, el gran liberador
de todas las miserias.

Lloro por cada uno 
y no lloro por nadie.

Más que nada es por mí,
que ya no puedo
soportar que me abrume la piedad impotente.

Mirarme en el dolor de otras miradas
sin sentir que me muero de pesar.

De amargura...

De rabia.

De vergüenza.