Desnudarse
las carnes, más allá de lo incómodo
que
resulta dejar
que
aquello que nos cuelga a su aire gravite
no
ofrece más peligro que algún buen constipado.
Es
mucho más gravoso desvestir los adentros
a
costa del pudor
y
acceder a que sirva su striptease sin música
de
carnaza que aplaque el hambre en las miradas.
Por
eso me dedico
a
inventarme cualquier identidad pueril
que
enmascare los signos de su decrepitud.
!Pasen,
señores ,vean …!
Gocen
el espectáculo! A ver quién adivina
detrás
de qué esperpento se esconde la mujer.
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