A mis hijos
Hijo,
a decir verdad,
en los
últimos tiempos
decir , lo que es decirte,no te he dicho gran
cosa.
Y todavía menos debiera haberte dicho.
Nunca
quise tomarte por pretexto
a un discurso vacío, sobrado de
palabras.
El día en que pusieron en mis manos
tu
palpitante carne sonrosada
y tu página en blanco,
temblé
por si te me deshacías entre ellas,
me estremecí
por si
la emborronaba.
Por eso es que apunté
apenas el trazado
de unas líneas ,
-no
siempre muy derechas,
más bien miran a lo alto-,
a
vuelapluma,
a mano
alzada
que se puedan borrar si llega el caso.
Si han de
rectificarse,
que las
corrija tu caligrafía ,
tal y cómo Dios manda.
Asideros
para que eches a andar mirando al frente
con las manos
abiertas a dar y a recibir,
apoyos que te sirvan ,
si es que
un día te caes,
para volver de nuevo a levantarte
con la
frente muy alta.
Trazos livianos,
pautas invisibles
para
aprender a domeñar la vida,
lo mismo que se doma a los caballos,
con el pulso bien firme y la voz mansa .
A capear, si llegan,
temporales,
llevando tu sonrisa de paraguas,
a saber que ,si
arrecia el vendaval
y no puedes zafarte,
uno se vuelve hoja,
y se jode,
y baila.
A llenar de agujeros tus
bolsillos
por los que derramarte sin ruindades;
a cargar con un saco a tus
espaldas
dónde otra pregunta quepa siempre ,
aun sabiendo
que si es que te tropiezas la respuesta
nunca será ni la
mejor ni única.
A no guardar talentos en armarios.,
regalar sus favores y airearse
es la mejor receta para el alma,
librarse de dobleces
y
desplegarse como un pañuelo al Sol
sobre
la hierba fresca
a ver
como las nubes se travisten
y a olvidar margaritas deshojadas.
A hacer de tu presencia ese perfume
que, por no molestar,
ni alza la voz
y se hace imprescindible cuando falta,
y de tu
corazón un palomar
que
cobije el cansancio de las aves de paso
arropado
en tibiezas,
desde dónde
en cada
amanecer levanta el vuelo
un
hombre bueno,
y libre
para escribir su historia
cómo le venga en gana.
Que al llegar la hora
de tu punto y final ,sea tu rastro
un fugaz resplandor
,
como de estrella
que
nace y muere en noche espléndida de estío
y es
apenas un guiño risueño en el cristal
enamorado y nítido del
agua.
No es mucho.
Ni está todo.
Ni hace falta.
¿
Qué más puedo decirte
que no haya adivinado en todos estos años
mirándome a los ojos tan de frente
tan
audaz,
tan
curiosa,
tan
cautiva,
tan
inocente y lúcida ,
tan limpia e implacable
tu
mirada?