No
me pongas delante de la cara
el torso complaciente, ni me ofrezcas
el cuello que palpita.
No me tientes...
Ya
sabes que me gusta
la
piel de tacto mórbido
que
huele a nardo y humo
y
el color encendido de la sangre.
Pero
es que ha amanecido
hoy
antes que otras veces,
el
colmillo lo traigo
cansado
de batallas sin cuartel
y las uñas,
mejor
no arruinármelas,
que me acaban de hacer la manicura...
Dios
sabe que quisiera
ser
tu dama de negro de otros días,
pero
el cuerpo
protesta
y pone límites.
Hagamos
esta noche
una
tregua en nuestra singular y lúdica contienda
de
seducción y espasmo.
Y
probemos que al cuero
también
en ocasiones lo vence la ternura.
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