Sé
que es cuestión de tiempo, que debo ser paciente,
que
el río desbordado a su cauce regresa
más
tarde a más temprano y ahora lo prudente
es
velarte en las sombras con devoción confesa.
Sabes que si la dicha a tu vivir se ensambla
el
corazón me estalla repleto de contento
y
que si una tormenta con tu heredad arrambla
el
mismo angor que sientes sobre mi pecho siento.
Que no es la lejanía una excusa bastante
para
dejar de amar aquello que se ha amado.
Desesperadamente
se añora lo distante.
Hasta la última gota de mi sangre daría
si
con ello supiera que nunca lo acerado
del
dolor que me mata en ti se ceba un día.
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