Me
siento tan cansada...
tan
triste,
tan
perdida...
No sé
dónde buscar
alguna
solución a mis problemas.
No sé
dónde encontrar
un
pecho que me acoja en mis pesares,
un beso
que me alivie en mis desvelos.
Sumida
en mi extravío
y en mi
indefensión
ni a mí
misma me hallo,
pues ya
no soy la sombra de la sombra
de
aquella que ayer fui
y por
mucho que escarbo en la imagen difusa
de mi
antiguo esplendor que guardo en recuerdo
solo
hilachas de niebla
sin
forma y sin sustancia
se me
quedan pegadas en los dedos.
Y
llegan las preguntas
que
perturban mi espíritu.
¿ En
qué gasté mi vida?
¿
Valió la pena amar
tan
entregada y tan devotamente
a
todos mis amores
para
verme obligada hoy a esta tortura
de
sumar tanta pérdida?
¿Fue
sensato afanarse
con
apasionamiento
en
tejer imposibles encajes de palabras
para
que languidezcan
y se
vayan poniendo amarillentos,
olvidados
de todos?
Mejor
hubiese sido
sentirme
piedra sólida,
muda ,
sin vocación
de
andar redimiendo verbos intransitivos
y ajena
a los afectos.
Y
dedicarme a imaginar que hay nubes
de inefables colores,
que
cruzan y sombrean generosas
la
sedienta heredad de los desiertos
en los
que sobrevivo,
que
ausculto los rumores de sus vientres de agua,
mientras
sueño apropiármelos
al
tiempo que disfruto de la tenue caricia
de
una lluvia de Abril
sin
ninguna mesura.
Siento
que me diluyo
y me
voy deslizando por el ineludible
suave
talud del tiempo,
que me
aboca a fundirme con el río
eterno
e infinito de la nada.
Y no sé
si lo siento...
Después
de tanto afán tan desnortado
quizás
encuentre allí ,
el
plácido descanso que ansío y me merezco.