domingo, 20 de noviembre de 2022

El último vencejo (Prórroga)


 

El cielo luce añil y un viento fresco

llega del Norte, sin que su rebufo

consiga disipar el espejismo

de vivir disfrutando una prórroga cálida

de un otoño empeñado

en no quererse ir.


Su triquiñuela

ha engañado al rosal, que reverdece

y una rosa de pétalos anémicos

ufano le regala

a un mundo que presume

 de indiferencia .


En cambio,

a mí la  exhibición de su hermosura

y candidez , me engaña.


Hasta fabulo

que aún es posible que el invierno

se olvide del camino que lo trae

a estas coordenadas,

del modo que lo ha hecho el último vencejo

que por su desmemoria no logrado

volver hasta su casa

y hoy sus alas extiende sobre el aire...


Apenas un momento,

ha durado mi dicha, como suele

en el hogar del triste.


Hay una sombra gris sobre mis ojos

con forma de guadaña.


Me oscurece por dentro tal presagio.


¿ Quién sabe cuántos sueños

dormitan en los brazos de la noche?


¿O cuántas pesadillas,

ocultas en sus pliegues más profundos,

pacientemente aguardan?

Volcánica

 

La prudencia,

si es siempre aconsejable,

aún lo es mucho más para el que suele

contarse verso a verso,

asumirse poeta, retratando

su ser y su sentir más personal

usando la palabra.


Me propuse

decir lo imprescindible,

que hace Sol, que el frío

me cerca el corazón,

y que lo ahuyento

cantando a voz en grito añejas melodías

con voz desafinada.


Las generalidades de rigor

con su virtud abstracta de decir sin decir,

cualquier futilidad intrascendente,

todo sirve con tal de enmascarar

la confusión,

las dudas,

los temores

los peajes humanos,

todo aquello

que nace de la entraña y que se incrusta

como astilla en mitad de la garganta.


Luego está lo que lo que arde,

el desamor,

la ausencia, el desamparo,

la traición,

la amargura

la nostalgia...


No puedo callar más, sobre la lengua

la vida me rebulle como un ascua.


Hoy el poema quiere hacerse grito,

para contar con qué fiereza siente

la quemazón mi alma.


Y yo he de ahogarlo...

una noche más,

solo la Luna asistirá, silente,

al húmedo espectáculo de la eclosión volcánica

de todas mis tristezas.


Luego se hará la calma.


Qué silencio

tan clamoroso puede llegar a haber

helando el aire de las madrugadas.