El cielo luce añil y un viento fresco
llega del Norte, sin que su rebufo
consiga disipar el espejismo
de vivir disfrutando una prórroga cálida
de un otoño empeñado
en no quererse ir.
Su triquiñuela
ha engañado al rosal, que reverdece
y una rosa de pétalos anémicos
ufano le regala
a un mundo que presume
de indiferencia .
En cambio,
a mí la exhibición de su hermosura
y candidez , me engaña.
Hasta fabulo
que aún es posible que el invierno
se olvide del camino que lo trae
a estas coordenadas,
del modo que lo ha hecho el último vencejo
que por su desmemoria no logrado
volver hasta su casa
y hoy sus alas extiende sobre el aire...
Apenas un momento,
ha durado mi dicha, como suele
en el hogar del triste.
Hay una sombra gris sobre mis ojos
con forma de guadaña.
Me oscurece por dentro tal presagio.
¿ Quién sabe cuántos sueños
dormitan en los brazos de la noche?
¿O cuántas pesadillas,
ocultas en sus pliegues más profundos,
pacientemente aguardan?