La
noche es una inhóspita
cohabitación
de ausencias desabridas
que
coagulan
y
vuelven pétreo el aire.
Y la
luna una espera que bosteza
mientras
va dibujando con pulso desmayado
sobre
la displicente frialdad de los cristales
nunca
documentadas
rutas a
Shangrilá..
Tu piel
es un desierto intransitable
y mi
cuerpo una estatua
de
indiferencia y sal.
La
noche es una amarga travesía
sin
suspiros, sin quejas y sin lágrimas.
La
aciaga peripecia de dos náufragos
en un
mar de alquitrán.
Arden
las horas,
se nos llena el espacio de un humo que se espesa
y
atormenta los párpados.
Sobre
el lecho las sábanas insomnes
tiritan
desahuciadas
de amor
y
buscan en la albura de su jardín de invierno
la
huella
de un
pájaro sin nombre
un
fulgor conservado en naftalina
de una
antigua ternura,
una
caricia
que
quedó abandonada por azar,
pétalos
que confirmen
que
allí también fue abril.
La
noche es la patética extrañeza
del
reposo sin calma,
del
sosiego sin paz.
El
tormento impensable
de esa
feroz tormenta que no te da cuartel
bajo la
superficie inofensiva
de un
vaso de agua.
La
noche es este frío
creciente
y sepulcral .
La
soledad es este
largo
silencio agreste compartido.