Solo
me tengo a mí,
a
mí misma y mi carga de carencias,
para
afrontar el juego tramposo de la vida.
Ya
sé cómo las gasta en cada envite.
Y
tengo miedo.
Es
así de sencillo:
tengo
miedo.
Tengo
miedo a morir.
Tengo
miedo a sufrir.
Tengo
miedo a llorar , por más que sea
de
ojos para adentro.
Tengo
miedo de ser únicamente
el
sueño delirante de un dios de pacotilla
que
disfruta el sadismo
de
ver como me ahogo con mis lágrimas.
Tengo
miedo a vivir
sin saber disfrutarlo intensamente
Tengo
miedo a soñar,
sabiendo
que tendré que despertarme
Pero
el miedo mayor,
el
que me aterra,
es
quedarme alienada en la conformidad
de
ser pura parálisis.
Tengo
miedo
a
no arriesgar bastante para ganarme a pulso
el
derecho a las alas para alcanzar mis sueños.
Esos
que quedan siempre
diez
miedos más atrás .
Catorce
o quince vidas por delante.
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Sé
que debo correr
¿
pero hacia dónde?
¿Qué
brazos,
allá
donde los márgenes avisan del abismo,
estarán
esperándome ,
dispuestos
a
dar cobijo a todas mis derrotas?
¿ Qué afecto
inspirará esa palabra justa
capaz de consolarme?
Solo
me tengo a mí y a mí flaqueza.
Y
a mi retahíla de temores.
Pero
aún sigo aquí.
De
pie ,
apostando
fuerte
el
adarme de fe que ya no tengo,
con
los ojos brillantes y la sonrisa puesta.
Demostrando
que existen los valientes
los tenaces,
los necios,
los ilusos...
Los
locos.
Los
milagros.