Yo
sé que no pediste
ese
don tan estéril,
ni
esa vida
que
pasó rutilante , hiriendo el cielo
con
su esplendor efímero de estrella que agoniza
y
quedó dibujada
sobre
la eternidad
con
un trazo cruento de tragedia
y
de fascinación
Si
no hubieses nacido,,
bajo
una conjunción astral gentil y amable
quizás
sobre tu frente alabastrina
no
quedase en la noches ,perdido y abrumado,
un
destello de Luna
ni
en tus ojos
se
quedasen nadando los luceros
como
sin fuesen peces
que
juegan a esconderse entre los tornasoles
de
un estanque de ensueño adivinado.
Si
no hubiese atendido
el
destino el mandato de un dios benevolente,
acaso
no tuviese tu cadera
esa
curva precisa,
tu
pecho ese relieve palpitante,
tu
cintura
esa
virtud de ser igual que un junco
en
su breve cimbreo .
Ni
tampoco
se
hubiese reducido tu existencia
a
un constante escrutinio
de
miradas que miden
que
comparan,
de
miradas que juzgan,
que
envidian,
que
desnudan...
que
envilecen
la
perfección que anhelan.
Tú
nunca deseaste sentirte deseada
por
reyes ni por príncipes,
ni
ser sin proponértelo la necesaria excusa
conque
justificar una contienda urdida
de
egos y cuadales,
ni
tener que sentir sobre tu espalda
el
peso intolerable de los duelos
con
que las madres lloran a sus hijos.
Ni
ser la socorrida
musa
a la que se agarran en las noches insomnes
los
poetas que andan a dos velas
de
inspiración
y
a cinco
tragos
largos de wisky ,
ni
el último recurso de cualquier guionista
de
una telenovela.
Ni
pasar a la historia...
Si
por ti hubiese sido
toda
tu biografía se hubiera reducido
a
un sencillo epitafio,
cuatro
versos sentidos que contaran
lo
poco imprescindible:
Que
allí descansa una mujer sencilla
que
amó
y
a la que amaron ,
que
supo lo que era
envejecer
feliz junto a los suyos,
que
jamás dio ocasión
de
sembrar una mínima congoja por el mundo,
por
la que nunca
se
derramó una gota
de
sangre
ni
una lágrima.
Yo
sé que no pediste
ese
don tan estéril y tan infortunado.
A
través de los tiempos, mi compasión te brindo
oh,
Helena desdichada,
cuya
mayor desgracia fue nacer tan hermosa.
Y
no traer en cambio un corazón de piedra.