Un presagio de sombras
pone cerco a los labios.
Apenas una línea,
apretado horizonte anunciando tormentas,
donde no cabe hoy
ni un suspiro,
ni un verso.
Antes que espoleados por la rabia que ahoga
los mejores impulsos,
saben que deberían recordarse azuzados
por el hambre de besos.
Pero en la sangre arde
lo atávico, que exige
su ritual de venablos victoriosos
y de reparaciones.
Cuánta violencia acecha, agazapada
tras de algunos silencios.