Tenedlo por muy cierto,
lo único que tengo hoy bien seguro
es que habré de cantar.
Canto si estoy alegre,
cuando estoy triste,
canto.
Si estoy en compañía o si estoy sola,
si exulto de ilusión o ando alicaída,
si estoy desesperada
o aburrida, en la espera
inútil de Godot,
canto.
Desde que tengo
memoria me recuerdo siempre así,
impávida,
cantando.
Como una costumbre ,
como un vicio arraigado carente de maldad,
como la expiación de algún castigo,
o acaso
como una redención.
Como una manera cordial de hacer audible
mi voz, que está famélica
de brisas que la lleven
al extremo del mundo.
Para romper candados ancestrales
que amordazan los labios
y permitirse el lujo de decir
sus deseos veniales sin que ofendan,
de gritar sus verdades sin que agravien,
de contar su dolor sin que incomode.
De pedir equidad sin que moleste.
Canto a pleno pulmón,
este es mi modo
de darle espacio, libertad y aire
a esta voz ahogada
en silencios de siglos que me habita.
Canto
si es que hoy, por fortuna,
sale Sol.
Si está lloviendo y truena
y se abren los cielos y caen chuzos de punta,
por engañar el miedo
con más empeño canto.