Yo soñé estar ahí, dónde parece
que puedes alcanzar cualquier lucero
con alargar la mano y su hechicero
y mágico fulgor te pertenece.
Con la ilusión pueril, que te embravece,
me propuse comerme el mundo entero,
sin pensar que se muestra traicionero
y solo frutos ácidos te ofrece.
Hoy, a base de darme coscorrones
contra la realidad, ya he aprendido
dónde debo poner mis ambiciones.
En cosechar efectos, que a la vida
revistan de valor y den sentido.
Y en vivir para estar agradecida.
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