jueves, 18 de diciembre de 2025

Osadía

 


Lo imaginaste siempre,

debe haber algún modo

de conjurar los múltiples dilemas,

a cual más inquietante

a cual más doloroso, que nos pone

en cada encrucijada del camino,

la vida,

ese tremendo disparate,


Ahora ya lo sabes, solamente se trata

de aprender a vivir

con la osadía en ristre.


De tener el descaro de sacar a bailar

a las sombras risueñas, que se ocultan, medrosas,

tras los malos recuerdos.


De gozar como un niño, metiéndote en los charcos

mientras cantas boleros en los días de lluvia.


De, en las noches sin Luna, dedicarse

a contar sin estorbo las estrellas.


De, en ausencia de rosas,

exprimirle a la espina

esa mínima gota

de esencia insospechada que le cabe...


Y enjugarse los ojos

sin muchos aspavientos cuando el guión lo pide,

apretando los puños

y silbando entre dientes...


Y tener el valor

de seguir adelante.



El sitio de mi recreo ( Escape room)

 


Ahí fuera está el ruido y su secuela

de confusión, que nos aturde tanto

y nos hace rehenes de una espuela,

que nos zahiere y nos empuja al llanto.


En cambio, en los adentros sobrevuela

este silencio atroz de camposanto,

que apenas poco o nada te consuela

y en soledad te arropa a cal y canto.


Se impone, pues, buscar ese bendito

remanso de cordura en que la mente

se entrega a su escarceo favorito.


Esa divagación efervescente

en la que imaginar que lo infinito

fue hecho a tu medida exactamente.


Qué espíritu proscrito

no se aferra a ese sueño incandescrente.


Más de lo mismo

 


Vano intento,

mitad virtud,

mitad claudicación a golpe de desidia,

este de sumergirse, 

a base de forzar tu encarnadura,

en ese mundo extraño en el que todo

sucede a la intemperie.


De explorar más espacios, de buscar

una voz en que hable

rotunda la verdad.


Aunque nos duela.


Pero solo hay mudez.

Ni la brisa se atreve

a atemperar la realidad y el aire

es denso como el plomo.


Y me vuelvo a encerrar en mi clausura.


Porque sé que ahí afuera

solo hay más de lo mismo.


Más animales solitarios,

huérfanos

de cualquier esperanza,

que ya no se preguntan más porqués en la noche.


No vaya a ser que encuentre

su voz una respuesta.


Y sea de aquellas que importunan

y perturban los ritmos perfectos que transforman

en deleite el silencio.