Vano intento,
mitad virtud,
mitad claudicación a golpe de desidia,
este de sumergirse,
a base de forzar tu encarnadura,
en ese mundo extraño en el que todo
sucede a la intemperie.
De explorar más espacios, de buscar
una voz en que hable
rotunda la verdad.
Aunque nos duela.
Pero solo hay mudez.
Ni la brisa se atreve
a atemperar la realidad y el aire
es denso como el plomo.
Y me vuelvo a encerrar en mi clausura.
Porque sé que ahí afuera
solo hay más de lo mismo.
Más animales solitarios,
huérfanos
de cualquier esperanza,
que ya no se preguntan más porqués en la noche.
No vaya a ser que encuentre
su voz una respuesta.
Y sea de aquellas que importunan
y perturban los ritmos perfectos que transforman
en deleite el silencio.

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