La prudencia,
si es siempre aconsejable,
aún lo es mucho más para el que suele
contarse verso a verso,
asumirse poeta, retratando
su ser y su sentir más personal
usando la palabra.
Me propuse
decir lo imprescindible,
que hace Sol, que el frío
me cerca el corazón,
y que lo ahuyento
cantando a voz en grito añejas melodías
con voz desafinada.
Las generalidades de rigor
con su virtud abstracta de decir sin decir,
cualquier futilidad intrascendente,
todo sirve con tal de enmascarar
la confusión,
las dudas,
los temores
los peajes humanos,
todo aquello
que nace de la entraña y que se incrusta
como astilla en mitad de la garganta.
Luego está lo que lo que arde,
el desamor,
la ausencia, el desamparo,
la traición,
la amargura
la nostalgia...
No puedo callar más, sobre la lengua
la vida me rebulle como un ascua.
Hoy el poema quiere hacerse grito,
para contar con qué fiereza siente
la quemazón mi alma.
Y yo he de ahogarlo...
Una noche más,
solo la Luna asistirá, silente,
al húmedo espectáculo de la eclosión volcánica
de todas mis tristezas.
Luego se hará la calma.
Qué silencio
tan clamoroso puede llegar a haber
nimbando el aire de las madrugadas.
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