Y me siento, de pronto, tan pequeña...
soportando en mi espalda dolorida
el peso de un dilema sin medida
que en aplastarme el corazón se empeña.
Y a la vez, me descubro tan perdida
en un áspero mundo que diseña
dédalos por doquier, sin santo y seña,
de los que nunca encuentro la salida.
Ya no sé a qué santo enconmendarme
ni a qué demonio dirigir el ruego,
de que en mi negra noche brille un faro .
Sola en la oscuridad, he de aferrarme
a mi propia fe en mí , porque que me niego
a malvivir gestado el desamparo.
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