Si me
lo hubiesen dicho hace cincuenta años...
cuando
en el corazón guardaba todavía
sin
estrenar el fuego y fresca la utopía
de que
para vivir me sobraban redaños.
Si me
hubieran contado con cuanta alevosía
se
pertrecha la vida de obsequiosos engaños
con tal
de someterte a su sarta de daños,
nunca
hubiera creído su extensa galería.
O
quizás sí que hubo quién pretendió advertirme
de lo
que me esperaba e intentó persuadirme
de que hasta al mismo aire pusiese en cuarentena.
Pero no
hay peor sordo que el que tapia su oído
con vanas ilusiones y como es sabido
nunca nadie escarmienta sobre en cabeza ajena.
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