Soledad en silencio, que estoicamente envasa
la
música del aire , el germen del gorjeo,
dentro
del esqueleto frugal de la carcasa
en
que apenas consigue que quepa su aleteo.
Debilidad
fecunda, fragilidad que amasa
la
frustración y el miedo, la duda y el deseo
con
sus manos de barro y los convierte en brasa,
memoria
insobornable del místico alboreo.
Porque
se quiere mágica, porque se quiere ardida
porque
se quiere antes envuelta en un sudario
que
no vibrar y ser cadencia enmudecida.
Porque
nunca se puede guardar en celda oscura
lo
que ha nacido siendo un don extraordinario,
hay
que darle a la voz su espacio de ventura.
Y
dejarle que cante ... Dejadle , pues, que vuele
su
alegría hasta el triste y en algo lo consuele.
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