Acumular
cansancios
es la
norma en la vida.
¿Quién
dirá que ha tenido
un
camino de rosas
sin una
sola espina aparejada?
O al
menos que logró
saber a
dónde iba...
A
tientas,
siempre
a tientas,
navegamos
buscando
algún atisbo de verdad,
lanzando
globos sonda,
interrogante
tras interrogante,
en el
mar infinito de las dudas.
Lo que
más cuesta es
asumir
tu derrota,
la
certeza
de que
el ojo del lúcido persigue inútilmente
el
rastro de la luz
y solo
la adivina
a
través de la llaga que le causa
atisbar
entre sombras.
Luego
llega la sal sobre la herida.
Admitir
que jamás habrás respuestas.
Lo que
es insufrible
es
tener que seguir sobreviviendo
a tu fe
y a
tus ganas
de
desafiar a un cielo imperturbable
ametrallándolo
con tus imprecaciones.
Congeladas
perecen
en tu lengua las preguntas,
Un paso
más allá,
si
aún que te queda aliento,
está
el lugar en el que algunos cuentan
que
ocurren los milagros.
Que
amanezca algún día
y
sientas que no importe si eres o si existes
porque
ha salido el Sol
y
brilla para ti.
Y
todavía aflore,
armisticio
en tus labios, la sonrisa.