Se
trata solamente
de
sentarse en el margen
a
esperar a que pasen los minutos,
a
que las horas pasen,
a
que la vida pase ante tus ojos
sin
roce ni escozor
mientras
se va llevando tu vida por delante.
Y
aunque tu mirada se empeñe tercamente
en
seguir por el cielo las estelas airosas
de
las aves de paso
y
al corazón lo inunde la nostalgia
por
lo que pudo ser,
la
carne imita estoica el gesto de las piedras.
Y
se va acostumbrando a aceptar sin un duelo
su
destino anunciado de silencio y de polvo.
Y
a descreer milagros.
Y
a rumiar solitud mientras la invade
la
clara sensación de obsolescencia.
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