Suplico
a Dios que manen mis pezones
leche
y anís y que mi vientre sea
tierra
de vino y pan, que ama y procrea
como
suelen pedir tus oraciones.
Al
diablo ruego en negras procesiones
las
cenizas que queden de la tea
después
que aderezados con su brea
ardan
en uno nuestros corazones.
Porque
lo mismo dan infierno o cielo,
cualquier
eternidad tiene sentido
si
se comparte con el ser amado.
Cena
en la gloria, almuerzo sobre el suelo...
Nadie
le quita al cuerpo lo vivido
Y
al alma...! Qué le quiten lo soñado!
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