De
siempre me gustó la alabastrita.
Ya sé
que una peana tiene un precio
que
tienes que pagar , pero no es necio
capricho
de una esnob que periclita.
Aunque
a veces genera algún desprecio,
esta
postura estoica de estilita
ha
llegado a ser mi favorita
porque
adiestra al espíritu en lo recio.
Desde
mi pedestal no me incomoda
el
estruendo del mundo, casi a joda
me
suenan sus rumores tan lejanos.
Qué
grato es elevar mi voz rapsoda,
cuando
a la soledad canto una oda
que únicamente escuchan los milanos.
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