lunes, 6 de junio de 2016

Daikiri


Se que hoy debería
embriagarme otra vez, 
cruzar el límite
de  toda conveniencia y arriesgarme
a perder la noción de lo prudente .

Solo en el torbellino del exceso y la plétora
 encuentra algo de alivio
la sensación de tedio omnipresente,
 su náusea,
la desazón agraz de que no tiene
el mundo,
ni el mío ni el de nadie,
remedio

Pero a mí me repugna
 el olor a alcohol
y siendo abstemia
no lo tengo sencillo para ahogar 
tan ingente ración de lucidez.

Por suerte tengo yo mi propia fórmula
para el  daikiri seco:

Tres rimas de  Gustavo,
tres excelsos poemas de Aleixandre,
otros tres de Kavafis,
aderécese al gusto
con unos cuantos versos malditos,
decadentes
y endiabladamente acompasados,
pongamos de Rimbaud o Baudelaire
y el cóctel explosivo está servido

Tomado a trago corto,
suele hacerme muy rápido el efecto.

  Casi siempre me agarro la llorona...

Se me suelta la lengua y palabra a palabra,
pena a pena,
 conquisto sin rubor el ya muy encumbrado
 cénit de lo pátético.

Dicen que los que beben 
pretenden olvidar,
pero yo al achisparme sorbiendo poesía
quiero que se me quede su cadencia tatuada 
en ese peculiar rincón de la memoria
capaz de resistir 
 el expolio selvático del tiempo

Siguiendo su rumor 
sé que podré volver hasta el umbral 
del cualquier paraíso vislumbrado
cuando hasta su esperanza se ha perdido.

A cambio, poco importa
si  en largas madrugadas de insomnio y de resaca
me toca vomitarme a golpe de soneto.

 Y quedar  retratada una vez más,
 puerilmente ridícula ,
toda almático culo al descubierto.







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