Palabra tras palabra
voy dibujando a pulso los paisajes
de mi mundo interior.
Irreverentes
disecciones en vivo que reflejan
los múltiples destellos , los matices,
e incluso los susurros que acabalan
un espacio que existe
para empaparse en lluvia.
Postales de colores desabridos
donde basta un minúsculo atisbo de verdor
para hacer que florezca nuevamente
la alegría a destajo.
Caóticos collages
armados con retazos de un cuerpo y un espíritu
mostrando su verdad más descarnada,
aquella que evidencia sus miserias.
En la que caben todos los enigmas.
Tarjetas sin pudor
a cuyo dorso escribo sin descanso
notas codificadas,
recados melancólicos, que encriptan sobre el aire,
por si hay quien los entienda,
sus gritos de orfandad ,
su recurrente
y agónico silencio.
Mensajes de socorro.
Que no envío
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