Yo me
creía a salvo.
Que
hacía el camino ya de vuelta,
aquel
en que somos criaturas avisadas ,
completamente
indemnes
a
cualquier tentación que nos asalte.
Que en
un alma curtida a cicatrices
no
caben en exceso florituras
ni es
un buen lugar para que brote
nuestro
animal más lírico.
Pero la
vida sabe
buscarnos
las cosquillas .
Y he
aquí que llega
puntual,
deslumbrador,
inevitable,
Agosto
incandescente.
Con sus
tórridas noches
y su
cielo cuajado de lágrimas fugaces,
con su
aire encendido
por
aromas que son todo un poema...
¿
Quién puede resistirse
a
dejarse llevar por el hechizo
de la
suave indolencia omnipresente
y a
pedir un deseo?
A
entornar los ojos
y
atreverse a soñar sin sonrojarse
con que
esta vez sí puede cumplirse.
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