Cuántas
veces resonó
en mi
existencia longeva
“Año
nuevo, vida nueva”
Pues
que más quisiera yo...
La
madre que me parió
en este
preciso día
ni
figurarse podía
que con
su capricho extraño
me
haría empezar el año
con
tanta melancolía.
Tras el
rito de tomar
doce
uvas, grano a grano,
siento
mi fin más cercano
y es
cuando empiezo a llorar.
Es que
toca apechugar
con la
verdad que atormenta:
no hay
vuelta atrás en la cuenta,
el
tiempo es un gran verdugo,
yo,
como pasa me arrugo,
no hay
otra al cumplir setenta...
Pero no
quiero cansar
a la
peña con mi cuita,
porque
nadie necesita
monsergas
para penar.
Así
que , mejor brindar
por el
nuevo año bisoño:
“ Si
bajo el brazo el retoño
trajese el furor de Dios,
que al
menos decirle adiós
podamos
todos , ! qué coño!!!”
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