¿Qué viento austral insuflará a las aves
su afán aventurero?
¿Quién les inspira la cartografía
que les muestra las rutas
hacia las tierras cálidas.?
Debo irme,
lo sé,
me lo grita el instinto,
que interpreta fielmente el rumor de sus pálpitos
y nunca se equivoca.
Aunque jamás se tome la molestia
de decirme el cómo ni hacia dónde.
Regresar a un pretérito añorado
es del todo imposible.
Y en el plano universo que forma mi presente
todo es aire marchito
y páramo infecundo,
sin una madriguera
ni un túmulo de sombra en que ocultarme
para que no encuentren mis fantasmas.
Otra vez más me toca
la huida hacia adelante.
Cerrar las puertas
clausurar ventanas,
aceptar que una capa de polvo ha de cubrir
las estancias del hoy en el que habito,
y partir sin volverse
a mirar para atrás,
aunque sea costumbre inveterada,
siempre suele causar desasosiego.
Quién sabe si el destino,
amigo como es de soterrar
sus ases en la manga,
me tiene reservada su piadosa
y última sorpresa.
Y el vagar de mis pies desorientados
me lleve cualquier día
al Continente Olvido.
Allí donde no logran seguirte los recuerdos
Donde solo conservan
sentido las palabras
si hablan de los días felices e inocentes
y afloran a los labios
en forma de canción.
Acunados en esa melodía
será más placentero deslizarse
suavemente hacia el Valle del Silencio.
Y acaso íntimamente
una voz nos susurre
que ya estamos por fin llegando a casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario