A veces el destino
es demasiado extremo.
Resulta tan difícil
ganarse un par de alas
tratando inútilmente de salvar
a unos seres que nacen trayendo en su adeene
la ciega vocación de condenarse
Y eso que este Tierra que les dieron
es todo un paraíso.
Solo hay que mirar alrededor
cualquier manaña al despertar
para ver como brilla allá en lo alto
un astro generoso, que ilumina
la espléndida belleza que florece
Aquí hubiesen podido, de quererlo
llegar a ser felices,
pero eligieron parecer a ser
tener a compartir
y derrotar a amar.
Qué puede hacer quien tiene
poco mas que dos manos
para mover montañas, tan altas y soberbias
tan feroces ,
tan sordas .
Nadie escucha
mi voz desangelada
clamando en el desierto
suplicando
porque llegue la lluvia
Porque esta vez no envie
el cielo otro diluvio.
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