Y qué diré de ti, año dos mil veintiuno...
Que has pasado sin más pena ni gloria,
sin conseguir dejar recuerdo alguno
grabado en mi memoria.
Hostil como ninguno,
fue resistir la única victoria
que me cupo y mis fuerzas hoy reúno
para entonar un brindis y una jaculatoria.
Mi copa la levanto
con gozo porque ya dejo de verte;
se ocupará el olvido de borrar tu quebranto.
Solo le pido a Dios
que traiga en sus alforjas mucha suerte
y salud para todos el dos mil veintidós.
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