miércoles, 26 de enero de 2022

El rastro de la luz


 

Acumular cansancios

es la norma en la vida.

¿Quién dirá que ha tenido

un camino de rosas

sin una sola espina aparejada?


O al menos que logró

saber a dónde iba...


A tientas,

siempre a tientas,

navegamos

buscando algún atisbo de verdad,

lanzando globos sonda,

interrogante tras interrogante,

en el mar infinito de las dudas.


Lo que más cuesta es

asumir tu derrota,

la certeza

de que el ojo del lúcido persigue inútilmente

el rastro de la luz

y solo la adivina

a través de la llaga que le causa

atisbar entre sombras.


Luego llega la sal sobre la herida.


Admitir que jamás habrás respuestas.


Lo que es insufrible

es tener que seguir sobreviviendo

a tu fe

y a tus ganas

de desafiar a un cielo imperturbable

ametrallándolo con tus imprecaciones.


Congeladas

perecen en tu lengua las preguntas,


Un paso más allá,

si aún que te queda aliento,

está el lugar en el que algunos cuentan

que ocurren los milagros.


Que amanezca algún día

y sientas que no importe si eres o si existes

porque ha salido el Sol

y brilla para ti.


Y todavía aflore,

armisticio en tus labios, la sonrisa.

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