Vivimos en un tiempo desquiciado,
que obliga a que abracemos la costumbre
de existir masticando incertidumbre
y a aceptar que no hay nada asegurado.
La única certeza es que no hay hado
que traiga una verdad que nos alumbre
ni un cielo bienhechor que no deslumbre
con su luz de candil desenfocado.
Nos toca tantear oscuridades
confiando en la palabra, en que se enrede
la duda en su jaez de claridades.
Lograremos vencer toda acechanza
si seguimos creyendo que se puede
sembrar con verbos verdes la esperanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario