miércoles, 28 de septiembre de 2022

Nidales del silencio


 

Habito en los nidales solitarios

donde medra el silencio.


Y no me pesa.


Es todo

cuestión de acostumbrarse a prescindir

de los ruidos del mundo,

ese imán tan caótico,

y a la vez evitar

que nos duela la ausencia de los ecos

de las voces amadas.


Luego,

muy poco a poco,

se adiestran los oídos en el arte sutil

de escuchar los sonidos apenas perceptibles

que flotan en el aire,

ese repiqueteo de la lluvia

sobre el cristal,

el leve

y encendido suspiro de la brisa

cuando acaricia al sauce, la tersura

del adiós musical que improvisa el jilguero

al despedir la tarde.


E intentas recordar como sonaba

el río de la sangre que impulsaba animoso

tu propio corazón,

antes que lo anegasen las tormentas

de los mares revueltos de la vida.


Mientras vas aprendiendo a echar la vista atrás

sin supurar agruras ni saudades.


Y esperas que te llegue,

definitivo,

el sueño.


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