Un punto de partida,
parpadeo
perdiéndose en la bruma.
Una meta final,
un rojizo fulgor, apenas insinuándose
detrás del horizonte.
Y en medio tanta lucha apasionada.
Tanta derrota ingente.
Pero hay que seguir,
usando de cayado, si es preciso,
los recuerdos del tiempo en que las lilas
esparcían su hechizo sobre el aire.
Toca seguir,
negándose a uno mismo
que cada paso duele.
Que hoy tus sueños los pueblan
los crisantemos blancos, que sobre ti derraman
sus pétalos marchitos.
Que, en cada enfebrecido despertar,
gélido y sepulcral sientes sobre la piel
el silencioso manto de su nieve.
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