viernes, 17 de mayo de 2024

Dulce bienestar


 

Una hoja que cae,

una hormiga aplastada bajo un pie

-que nunca lo sabrá-

una estrella lejana que colapsa...

cada quién en el centro de su mundo,

cada cuál soportando el peso inasumible

de su mínimo drama.


Un ser pobre ser humano desvalido,

que únicamente tiene,

para hacer frente a su innata indefensión

y a su ansiedad,

el lujo sus lágrimas.


Cuando arrecia la vida,

y promete la Madre de Todos los Diluvios,

lo sensato es dejarse llevar por la corriente

de la marea cósmica que fluye

y esperar

a que llegue la calma.


*********


Después de la tormenta,

estar así,

desnuda,

debajo de las sábanas,

envuelta en la tibieza de un aliento,

es toda la ventura que ambiciono.


Regresar a ese dulce

bienestar animal

en que la piel se vuelve sensitiva,

se calienta la sangre,

el dolor se adormece y casi ni se escucha

la destemplada voz de la congoja

que suele ladrar dentro.


Sentir íntimamente

que, a pesar de saberte un grumo que palpita,

mientras intenta huir de su destino

de sumirse en la nada,

la vida puede ser

-a ratos-

sumamente placentera.


Que por estos minúsculos instantes

de deleite perfecto,

podría perdonársele el ser un akelarre

carente de sentido.


E incluso celebrarla,

agradecido,

antes de que se acerque, de puntillas,

a bendecirte el sueño.


Quién sabe si una alondra

vendrá a cantar al alba en tu ventana.

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