Parece que fue ayer que paseábamos
despreocupadamente,
dejándonos llevar por la blandura
que emanaba la tarde
y la disposición que propiciaban
los almendros floridos
a aspirar sin mesura las fragancias etéreas
que enervaban los pliegues
más íntimos del aire
Entonces no existían
los celajes cargados de grisuras
ni había otro cuidado,
más allá de saber si te quería
yo más ,
con más pasión,
o con más devoción y más fervientemente
me adorabas tú a mí.
O si sería el nuestro
uno de esos amores inusuales
que dicen que se enquistan en el alma
y duran para siempre.
Parece que fue ayer cuando las noches
además de ser cortas eran claras.
Y amenas .
Y felices .
Y brillaban hogueras a lo lejos
y se oían
zureos incesantes de palomas
que invitaban a amarse suavemente.
Parece que fue ayer , pero han pasado
tantos años capaces de ir desvaneciendo
la ilusión de que existen los aromas,
de que la vida puede,
además de vivirse , ser bailada
al compás incesante de un bolero.
Han pasado
tantos y tantos días en que han ido
perdiendo su viveza los colores.
Tantas noches sin Luna en que olvidaron
su calor las caricias
su ternura más lúdica las manos.
Tantos amaneceres y tan gélidos...
Ha terminado siendo fatalmente
el aliento de frío una rutina
que ya no mortifica,
El silencio una forma de expresarse.
La oscuridad benéfica costumbre.
Cada cosa termina
por hallar su ventana de ocasión
y ocurre cuando debe.
Ahora no es extraño que se imponga
la lógica prosaica
y eficaz de lo pétreo.
la lógica prosaica
y eficaz de lo pétreo.
Que reinen sobre el cosmos ahogado en la desidia
en que languidecemos por pereza
de tener que morirnos ,
estas horas ascéticas ,
oscuras,
lentas...
...tristes.
Ha llegado a quedarse
el solsticio de invierno.
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