Antes
que acabe el año, debería
abandonar
mis viejas adicciones
a
la noche , el amor y el chocolate,
recuperar
las riendas
sobre
mi corazón,
perder
algunos kilos,
dejar
de trasnochar,
Buscar
hasta en el fondo del infierno
un
pobre diablo que no tenga reparo
en
comprar lo que queda
intacto
de mi alma
a
cambio de un rincón en que no llegue
el
rigor del invierno que se anuncia
en
el aliento gélido que agita
las
hojas amarillas.
Hacer
mi testamento.
Convocar
a mis íntimos amigos
a
una cena cordial, donde contarnos
anécdotas
sabidas a los postres,
Escribir
esas cartas
que
hace tanto que llevo demorando
en
que confiese a aquellos que me importan
lo
mucho que los quiero.
Ordenar
mis armarios,
espulgar
esos viejos portafolios
en
que guardo mis versos,
organizar
mi vida...
Ahora
que lo pienso, pensándolo despacio
hay
cosas que no corren tanta prisa...
Bien
me pueden servir estos propósitos
para
animarme un poco el Año Nuevo.
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