Píldoras
de mil colores,
blancas
,rojas , coloradas,
azules
y anaranjadas
nos
recetan los doctores,
Remedios
de los dolores,
la
angustia, la depresión
los
flatos o la la tensión...
Siempre
habrá, sea el que sea
el mal,
alguna grajea
que
sirva de solución.
En
este mundo moderno
hay
pastillas para todo
pero
nadie ha hallado el modo
de
volver al hombre eterno.
Desde
el útero materno
estamos
ya condenados
a vivir
acongojados
sintiendo
como la muerte
nos
acecha y nos convierte
en
seres amedrentados.
Existir
y convertirse
día y
noche con denuedo
en
servidores del miedo
no es
mejor plan que morirse.
Conviene
más persuadirse
de que
no te ha de librar
de
tenerla que palmar
tanta
inútil aprensión,
más
vale echarle ilusión
a la
vida y disfrutar.
Lo malo
es que siempre vamos
a
tropezar en lo mismo,
el loco
romanticismo
con que
nos enamoramos.
y luego
nos lamentamos
de
sufrir esos angores
del
alma , devastadores,
cuando
tampoco hay pastilla
que
obre la maravilla
de
curar el mal de amores.
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