lunes, 16 de agosto de 2021

La Noche del Aullido


 

Hay lobos

de colmillos tan ávidos que fulgen

hasta en noches sin Luna.


Seguramente

ese presagio íntimo

de siempre ha estado ahí,

dolor sin dueño,

hambriento ojeador de cualquier rastro

de duda en las sonrisas.


Y luego está la ayuda imprescindible

de la fatalidad,

tenía que pasar y antes que tarde

al fin sucede.


Llega

sin ningún preaviso  lo sombrío.


Como una enfermedad de podredumbre

va derramándose, insano, hasta cambiar

el gesto las cosas,

hasta volver

el aire tan mezquino que es lo mismo

tenerlo o no tenerlo en la angostura

inhóspita del pecho.


Ya sabes que quisiera

ser la que llega en los atardeceres

trayendo en la mirada un fulgor nuevo

por si la noche acaso

es áspera y oscura,

pero es que ya no sé dónde buscar

un gorjeo de pájaros que no suene a lamento,

ni sé cómo inventar más partituras

de júbilos fingidos.


Si pudiera

destilar de mi voz las suavidades

para endulzar con ellas

de temores nocturnos

hasta que llegue el alba...


Pero mucho me temo

que tendremos que irnos habituando

a soportar estoicos

la Noche del Aullido.


Que se promete una feroz liturgia 

de indefensión y sangre

terriblemente intensa.


Y eternamente larga.


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