Toda aquel que la busca
consigue hallar su espina.
Y aun el que la rehuye
acaba conociendo lo abrasador del roce
de su hambrienta caricia.
Lo viviente,
sensible pulpa dócil,
sometido
al tenaz enfurtir de la existencia,
termina por tomar un cuerpo sólido.
Y hay que agradecerlo.
Llegará
un tiempo en el que no es un imposible
mirar hacia lo alto y retar sin temores
a un cielo destemplado.
A las lluvias de piedras
ya está hecha tu frente.
Ahora solo falta
blindar al corazón y conseguir
que no alteren su ritmo las tormentas.
Mientras vas amoldándote
a la frugalidad,
a habitar ese espacio nihilista
donde no hay un lugar para las emociones.
E intentas convencerte
de que aún sigues vivo.
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