jueves, 29 de enero de 2015

Estrategia sibilina


Hay noches
en que chisporrotean las luciérnagas
en torno a nuestras almas,
que por arte de magia parece que se olvidan
del peso de su cuerpo aderezado
con todas sus variadas mezquindades
y lucen extasiadas
mientras bailan un vals.

Y hay días que amanecen
aburridos,
hambrientos de snobismos que nos hagan
sentir menos esclavos de la prosa.

El resplandor del alba es ya todo un augurio
de instintos homicidas,
de esos que con gusto se relamen
imaginando el sabor metálico
de la sangre en la boca
y olfateando un rastro tembloroso
de la debilidad.

Se prepara el puñal hecho silencio
y se adiestra en el arte de ir emasculando
el discurrir sereno que debiera
hacer dulces las horas.

Si Dios no lo remedia,
después de que la calma se corrompa
y acabe con el poco de cordura
que le quedaba al aire
empezará a gestarse la tormenta
a base de miradas que quieren ser relámpagos.

De palabras que suenan como truenos
y son como un diluvio de granizos
sobre el vergel endeble de la felicidad.

Contra los grandes males
es preciso inventarse una estrategia ,
de esas que si bien apenas sirven
para ganar batallas
no pierden ni una guerra...

Yo nunca digo nada,solo afilo
el destello inclemente de la lágrima
y te miro a los ojos.

Y sibilina
y seductoramente
sonrío.

Mientras busco el latido caliente y confiado
sobre tu yugular.





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