Se nos fueron marchando los gorriones...
Huérfanas de sus trinos diminutos,
se nos fueron quedando en la indigencia
de descaro, de gracia y ternura
las avenidas y las alamedas
de nuestras ya cetrinas , imposibles
e inhumanas ciudades.
Rebujitos de plumas,
graciosos saltimbanquis ,
expertos en buscarse la vida rescatando
migajas por debajo las mesas
de todas las terrazas
y en driblar ágilmente entre las piernas
siempre con prisa de los urbanícolas,
seguramente
se acabaron cansando
de andar merodeando en las aceras,
de tener que saltar sobre el cemento
hirviente en pleno Agosto,
añorando el mullido contacto de la hierba
y grácil granujeo con las flores.
Terminaron sintiendo que no les sale a cuenta
que brillos de neones y semáforos
no dejen disfrutar como se debe
del mágico esplendor de las estrellas.
Se nos fueron marchando los gorriones.
Sensata y sabiamente han decidido
dejar nuestras espacios torturados
y regresar allí donde la tierra
todavía palpita
y el agua aún no está domesticada
y canta como loca
cuando baja brincando entre las piedras.
Estas son cosas simples , que no cambian
el curso de los astros ni nos libran
de afrontar nuestra suerte,
pero alegran
las vidas simples de los seres vivos.
Yo también tengo un corazón de pájaro
yo también puedo oír
cómo me solicita la querencia
de mi instinto animal que a gritos pide
que recuerde
que solo soy un amasijo burdo
de polvo y agua,
que me pare y sienta
como exige volver a sus orígenes
la compulsión más honda de mis células.
Cualquier día de estos
voy a liarme la manta a la cabeza.
Voy a volar allí donde me lleve
el aire.
Donde mi vocación revolotera
pueda dar rienda suelta a sus anhelos.
Donde un presentimiento hecho temblor me diga
que vivir al compás de lo sencillo,
tumbada bocarriba ,disfrutando el instante,
buscando sobre el cielo aquella estela
del cometa que lleva nuestro nombre
donde los sueños no son imposibles,
no es una locura que no tiene futuro.
Que respirar aún vale la pena.
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