La tierra se rebela con un grito
de impotencia al sentir como en su entraña
entierran a otra flor, que la guadaña
del machismo segó en un torpe rito.
Y hasta llegar aquí , cuánto infinito
sufrimiento quebró la frágil caña
de la azucena con terrible saña
e irracional horror nunca descrito.
Qué siglo ha de acabar esa ceguera
de organizar el mundo a la manera
de uno , cuando a dos les fue confiado.
Y se valorará que se reviste
de entrega la mujer y un hombre existe
porque alguna es su vientre lo ha llevado.
Que, pobre y desterrado
del paraíso, mucho menos triste
vivirá si lo hace a su costado.
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