Hoy
quiero levantar sobre lo terso
del
silencio la plácida guarida
de
nuestro amor, secreta y concebida
para
que en ella medre más libre y más diverso.
Una
especie de Tierra Prometida,
un
lúdico rincón del universo
donde
no existe culpa y lo perverso
es
no exprimir a fondo los goces de la vida.
Porque
el pecado es que nuestras pieles
languidezcan
a solas y se agríen
en
los labios misántropos los besos y sus mieles.
Mi
abrazo es dulce límite y augura
el tuyo nuestra dicha, mientras ríen
los
diablos que contemplan tanta buenaventura.
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