Después
de apacentar en soledad
mis
rebaños de miedos sobre el inmenso páramo
de otra
noche insomne,
un rayo
de Sol tímido
golpea
en el cristal de mi ventana.
Ya es
un nuevo hoy.
Un día
que amanece amortizado
de
alegría y sorpresa,
en que
seguir viviendo cuesta arriba
teniendo
que cargar el pesado bagaje
de la
desesperanza.
¿A qué
clavo candente,
a qué
afilada esquirla
de
ilusión sin gastar me aferraré
para
seguir sintiendo
que
merece la pena continuar respirando?
Solo me
queda el eco
de las
voces que amé en la memoria.
Tras
de su estela pálida camino.
Sé que
son solamente
un
espejismo bienhechor de lluvia
derramándose
en medio del desierto.
Un rumor de humedad
sostén
de la demencia imprescindible
para
seguir soñando que todavía queda
algún
feliz mañana.
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