sábado, 2 de septiembre de 2017

Ese bendito don


En la tarde letárgica de Agosto
una antigua cadencia, ya olvidada,
se cuela sin permiso por la ventana abierta
y asalta mi memoria.

Una imagen regresa a mí retina
esa plaza, esa fuente,
esas muchachas
alegres como pájaros, que al aire le confían
cantando los secretos de su amor.

Ese revoloteo
de rapaces jugando entre risas y gritos

Sentir paz y quietud.

Imaginar que tiene su lugar
cada cosa en el mundo.
Presentir
que cada cosa estaba allí en su sitio.

Gozar de aquel paisaje de armonía
optimista, confiado e inocente
del que, al igual que el aire o los insectos,
también yo, nimio ser tan prescindible,
 era parte vital.

Y no saber que el cielo, en un impulso
inusual de clemencia
se prestó a bendecirnos, regalándonos
ese bendito don de la ignorancia.

Porque en  aquellos días inefables
no cabía el futuro ...

Felizmente.




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