Aquí
todo está oscuro
yo no
sé
si es
que la luz existe.
O
quizás es que vivo
con lo
ojos tapiados
por
miedo a distraerme
del
mandato que tengo de crecer arropada
por el
don del arrullo,
si me
dejo enredar por los colores.
Tengo
duro en oído
y casi
no me fío del sentido del tacto.
Pero
escucho en mis sueños
rumores
de amapolas
y
cigarras en celo que copulan y cantan
bajo un
cielo de estío,
que me
enervan la sangre .
Cuando
calle la música
sabré
que no
quedan excusas para seguir viviendo
en la
estrechez de un claustro,
que ha
quedado silente,
preñado
de añoranzas.
Que ha
llegado la hora
de
acostumbrarse a degustar el llanto.
O
someterme al rito
de
entregarme
sin más
ruido.
Y
parirme.
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