Hubo un
tiempo de noches deliciosas
coronadas
de azahares,
repletas
de ilusiones
y risas
compartidas,
en que
todos cantábamos alegres,
poseídos
de luz,
sin
importar que no nos alumbrase
ningún
rayo de Luna
Algunos
ya dejaron
de
estar a nuestra estela
por una
de esas cosas predecibles
que
ordenan los destinos.
Otros
se fueron yendo
-acaso
persiguiendo estrellas más brillantes-
por su
pie,
y por
propia voluntad.
La
nostalgia es la misma
por
unos y por otros.
Y
también la tristeza
que
grapa en nuestros labios
un
rictus de amargor día tras día
y los
condena a ser los pregoneros
de un
profundo dolor insuperable.
Hoy
solamente queda
vivir
arrebujados
en
recuerdos que son un cobertor de escarcha.
Mientras
por dentro sientes
como
muy poco a poco los huesos se te hielan .
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