Tiene
el corazón razones
que la
razón nunca entiende
porque
solamente atiende
sesudas
demostraciones.
Descifrar
las sensaciones
que
nacen en lo escondido
solo le
cabe al latido
cuando,
desbordado, sigue
a la
emoción y consigue
darle a
la vida un sentido.
Darle a
la vida un sentido
y
alumbrar una ilusión
es
deber y devoción
de todo
aquel que ha nacido.
Por eso
debe haber sido
que
sentí que se encendía
dentro
de mí una bujía
al
conocerte y que era
su
débil chispa primera
mi Faro
de Alejandría.
Mi Faro
de Alejandría,
fuego
fatuo rutilante,
y aquel
que mi paso errante
en la
noche oscura guía.
Qué
importa si al ser de día
compruebas
con gran quebranto
que no
era para tanto
ninguna
luz sublimada
y que
queda inaugurada
la
estación del desencanto.
La
estación del desencanto
valdrá
la pena que llegue
aunque
su negrura anegue
mis
lagrimales en llanto
Se que,
en mi tristeza, un canto
me has
de inspirar que podría
devolverle
la alegría
al más
triste entre los tristes,
porque
para eso existes
felizmente,
Poesía.
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